I
1.
4.
5.
o.
7.
8.
9.
10.
La
brisa continuaba agiÌando
las
cortinas
y
el sol
no
acababa de brillar:
seria
una
lastima,
una
verdadera
lastima
que
el dia se echara
a
perder.
En septiembre nunca se sabe.
Miro hacia
la cama matrimonial. Lilia
seguia durmiendo,
con esa
postura
espontanea,
libre: la cabeza apoyada en el hombro
y
el brazo extendido
sobre
la
almohada, la espalda al aire
y
una
rodilla
doblada,
Íuera
de
la sabana. Se
acerco al cuerpo
joven,
sobre el cual esa luz
primera
jugaba
gracilmente,
iluminando el
vello
dorado de
los
brazos
y
los iincones
humedos
de
los
parpados,
los labios, la
axila
pajiza.
Carlos
Fuentes,
La muefte de
Aftemio
Cruz,
FCE,
pá9.
150.
-Has
estado sonriendo
ìije con
rabia.
-cSonriendo?
-preguntó
asombrada.
--Sí,
sonriendo:
a
mí no
se me engana tan
Íácilmente. Me fijo mucho
en
los
detalles.
-eEn
qué
detalles te has Íijado?
-preguntó.
-Quedaba
algo en tu cara. Rastros dê
una
sonrisa.
-eY
de
qué podría
sonreír?
-volvió
a decir con
dureza.
-De
mi ingenuidad,
de
mi
pregunta
si
me
querías
verdaderamente
o como a un chico,
qué
sé
yo...
Pero
habías
estado sonriendo. De eso no tengo ninguna duda.
María se levantó
de
golpe.
-aQué
pasa?
-pregunté
asombrado.
-Me
voy
-repuso
secamenle.
Me levanté
como un resorte.
-acómo,
que
te vas?
-Sí,
me voy.
Ernesto
Sábato,
EITúnel, Ed. Sudamericana,
pá9.68.