.
(ecordar)
aquella tarde. Pajarito de Soto .................... ..........(venir) abuscarme a la
salida del despacho
y
..
(tiritar)con
las manos en los bolsillos. No ..............................
(llevar)
abrigo,
porque
no ..
(tene).
No..............................
(hacer)ni
dos
horasque
yo
.
(deja1
aïercsa en su casa
...
(camina)
charlando
por
la
Gran
Vía
y
nos ..............................
(sentarse)
en
los
jardines
de
la reina Victoria Eugenia. Pajarito
de Soto
me
.
(hablar)
de los anarquistas,
yo
le ....................
..........
(decir) que
nada
.
rcabeì.
-2.............................. (estar)
interesado en el tema?
-Sí,
por
supuesto
-le
..............................
(deci) mâs
por
agradarle
que por
ser sincero.
-Entonces,
ven. Te .............................
(llevar)a
un sitio interesante.
-Oye,
zno
..
(ser)
peligroso?
...
(exclamar)alarmado.
-No
temas,
ven.
Eduardo Mendoza, La vedad sobre el caso Savolta, Ed.
Seix
Barral,
pá9.101.
Durante
cuaÍo
hoÍas
la ventana
permanecio
cerrada. Unos metros mas arriba, las luces de la
terraza seguian Íestejando la noche,
y
el,
sentado
en
el
tronco cortado de un oino. con el
menton
entre
las
manos
y
los ojos clavados en aquella
ventana, creyo estar viviendo las horas mas
atroces
de su existencia. Notaba Írio en
la
esoalda.
y
algo en su
interior,
alla dentro en las entrafras,
empezaba a segregar la vieja
tristeza
que
de nino
corria
poÍ
su sangre.
"No
quiere
-se
decia-,
no
quiere".
Oia
musica
de discos
y
vio
llegar
a un
hombre
en un coche, al
que
se recibio con alegres
gritos
de bienvênida.
Juan
Marsé,
Ultimas tardes con
Teresa,
Ed. Bruguera,
pá9.
49.
Habían
llegado muy
de maíana en el autobús con
el resto de la colonia
que
la
guena
sorprendió
a
mitad
del
verano
desde
que
el
frente
cortó el
Íerrocarrìì
dejando en la otra zona al
padre
los tres
la madre
y
los dos hijos iban retrocediendo
alejándose
más
acatando
las
órdenes de evacuar
los
días
pasaban
en
procesión
fugaz como
los
pueblos
los trenes cargados de soldados los
nuevos
jefes
de conlroì
que
cada
maõana
conocÍan aldeas blancas solas ancianos
imoasibles niõos
desconocidos mirando sin
saludar sentados a horcajadas en las arribas dê la
carrelera.
Jesús
Fernández
Sanlos, Cabeza Hapada,
Ed. Seix Barral,
págs.
79-80.